Entre óleo, pasteles al óleo, spray y esmalte sintético, da vida a sus obras. Martín Lapalma dice que admira a varios artistas, por su valentía, pero nosotros creemos que el valiente fue él que muestra lo que siente con sus vivos colores.
“Mi primer contacto con el arte fue cuando leí las poesías de Arthur Rimbaud por primera vez. En ese momento sentí lo mismo que siento cada vez que veo alguna pintura que me gusta. Luego, con el arte plástico, fue cuando conocí el Museo Nacional de Bellas Artes. Frente a las pinturas de Greco, Noé, Macció, Seguí, entre otros, me di cuenta de que ese mundo de belleza y poesía nos era cercano.
¿Qué te motiva a crear? El día a día me motiva. Excavar en un lenguaje milenario como es la pintura, buscar una imagen… La energía diaria de las personas saliendo y movilizándose, me motiva. Saber que el hombre necesita expresarse, comunicarse con el otro, y lo hace desde siempre… Sobre todo, me motivan la libertad y el amor.
“Cada obra se influencia de su entorno y su tiempo y, como se trata de un proceso de construcción, las influencias cambian cada día al trabajar”.
¿Qué es lo que buscás transmitir en tu obra? Cada serie busca transmitir ideas y sentimientos diferentes: una imagen de su tiempo, sentimientos, sensaciones. Si hablamos de transmitir, en todo caso, me interesa un tipo de “transmisión“ que implique un diálogo, una identificación con el que mira.
¿Qué proyectos tenés para este año? Estoy trabajando, pintando mucho y con muestras programadas. La primera empieza a fines de febrero en la galería Honeycomb junto al muralista Pol Corona y la neoyorquina Alice Mizrahi. También, un par de muestras en solitario, una en abril y otra en mayo, donde estoy experimentando con otros medios, reformulando la pintura, los colores y las formas mismas de las obras a manera de un remix.