Álvaro Vaquero nació un 2 de octubre de 1980 en algún lugar de Buenos Aires. Después de terminar la secundaria empezó a estudiar arquitectura para luego cambiarse a Diseño Gráfico en la UBA. Trabajó en un par de agencias de publicidad hasta que dejó todo y se puso a pintar. Profesionalmente: hace unos 10 años.
“Siempre me gustó el arte, pintar, lo gráfico, las cosas manuales. Siempre, desde chiquito. En mi familia, de 9 hermanos, la mayoría son ingenieros. Mi vieja siempre fue un poco hipona y quizás que de ahí saqué mi lado artístico. Creo que se nace artista y te vas puliendo durante toda la vida”.
Álvaro crea sin parar y aunque dice no buscar un concepto o algo puntual para transmitir en sus obras, “plasma lo que tiene dando vueltas en el bocho”. No tiene artistas con los que se case, pero le gustan muchos estilos que toma como referencia, analiza sus técnicas pasando de un cuadro abstracto a otro surrealista, así, de un salto.
“Uso objetos, imágenes, tipografías, formas y con eso veo qué armo, cómo puedo conectar todo. Siempre busco el juego entre lo geométrico y lo orgánico: hacer líneas prolijas como si fuesen hechas con regla y algo totalmente manual que sale de la mano y dicta mi mente intuitivamente. Me gustan esos contrastes. En cuanto al material, generalmente uso acrílico porque seca rápido, es el que mejor se acomoda a lo que hago: mis obras tienen muchas capas, estilo collage y el acrílico no me limita a seguir trabajando de manera continua. Me gusta ese material porque le da otro aspecto al fondo de las obras, la pintura corre distinta con el pincel, es diferente. Igualmente, trato de no quedarme en una sola técnica”, cuenta.
La inspiración muchas veces es todo, al fin y al cabo es lo que influye en la realización de una obra. Álvaro busca esa musa en varios lugares: la música, la moda, cosas cotidianas, las frases y la tipografía, la cual está muy presente en su obra. “Un poco de todo, un mix de todo”, como dice.
“A la hora de trabajar soy de diseñar antes las cosas para plasmarlas a la tela y mucho, además, sale de la intuición, la cual me parece clave a la hora de hacer un cuadro, es lo que te da tu identidad, tu estilo. Pinto y despinto, ensucio y emprolijo y sigo así hasta llegar a sentir que tengo la obra terminada y que no hay nada por agregarle o sacarle. Cuesta decir basta”.