“Tengo el recuerdo de sentarme en el jardín de casa con mis dos hermanas mayores a aprender a dibujar rostros. Mi mamá tenía libros de mi abuelo sobre ilustración y dibujo. Nos pasábamos toda la tarde tratando de copiar las imágenes que aparecían en esos libros”, cuenta Valeria Rovatti una artista argentina del año ’93.
A veces, hay momentos en que nos “topamos” con el arte y sus matices, otros, simplemente crecemos de la mano. “En mi casa siempre se habló de arte y se contaron historias o anécdotas de familiares. Mi abuela paterna era artista plástica, hacía batik, dibujo y pintura. Mi abuelo materno era quien tenía todos los libros sobre dibujo, un autodidacta. Me hubiera encantado conocerlos. Por eso en casa hay muchas cosas producidas por ellos, mismo por el abuelo de mi papá. Es difícil pensar en un momento en particular que me haya topado con el arte dado que siempre fue algo familiar”.
En el 2011 terminó el colegio, al año siguiente se anotó en la UBA. “Quería estudiar algo que tuviese que ver con la comunicación, particularmente con el hecho de contar historias, siempre me gustó mucho escribir”, cuenta. Hizo el CBC de Diseño para seguir Diseño de Imagen y Sonido y paralelamente se anotó en la Escuela Superior de Bellas Artes Regina Pacis, dejando a la primera de lado, terminó cursando la carrera de Tecnicatura en Artes Visuales.
“Desde el primario que mis materias preferidas eras lengua y plástica. Ayudaba con la escenografía en todos los concerts y cuando teníamos talleres creativos me anotaba en todos. Sin embargo, nunca los sentí como algo más que un hobby. Recién cuando me anoté en la escuela de arte me encontré con que no era un simple interés en lo creativo. Me empecé a anotar en cursos extra curriculares y talleres en donde conocí la serigrafía, disciplina que estudio hace casi 3 años. Entonces tomé conciencia de la importancia que tiene el arte como herramienta de comunicación, que hay muchas otras maneras de llegar a otro, no solo mediante las palabras”, expresa Vale.
Crear para comunicar, eso es Vale y su arte hace referencia a su lenguaje. “La vida es una sucesión de cambios. Salir de un proceso es entrar en otro debido a las situaciones y las relaciones que mantenemos con el entorno. Estoy continuamente pensando en eso; en las relaciones y en cada proceso. El arte es lo mismo: ir buscando esa mini verdad, un enunciado que satisfaga por el momento cómo entendemos lo que sentimos o como entendemos la realidad. Es un lenguaje y cada uno tiene el suyo. Está quien pinta, quien juega al fútbol o el que canta”.
“Nunca me consideré una artista, al menos hasta que empecé a estudiar en el Regina. Siento que es una forma de ser. El artista ve cosas en donde otro no repararía más de dos segundos y con el tiempo vas generando una visión distinta sobre las cosas”, dice.
Soy muy cambiante. Necesito que las cosas sean dinámicas. Estoy siempre en movimiento. Soy impulsiva y activa. Bastante indecisa, por eso a veces no puedo elegir trabajar con una sola disciplina. Conocí la serigrafía hace tres años, luego conocí el grabado. Es una técnica muy amplia, abarca millones de técnicas y posibilidades. Me gusta mucho poder trabajar un positivo (imagen original) tanto a mano como con la computadora. Me gusta el hecho de que es todo a mano, cada paso lo hacés vos. Esta técnica me permite mucha prueba y error. Al tener una edición de muchas copias y variantes sobre el mismo diseño podés intervenirlas, pintar encima, recortarlas, hacer collage. No tenés manera de aburrirte”, cuenta.
Vale expuso sus últimos trabajaros en “Naranja Verde“, en el marco del ciclo B4ST4RDS, producido por Martin Tremoulet.