Tiene 33 años y un retrato del mundo -de su mundo-, que incluye: una beba recién nacida, un taller al que se escapa cada vez que puede y un afán por hacer con sus manos todo lo que esté al alcance de su capacidad creativa.
Ana Clara Soler es licenciada en Artes Visuales, con especialización en Pintura, de la UNA, formada con Jorge Macchi, y un poco autodidacta también. Actualmente está presentando “Retrato del Mundo”, una muestra individual, que hasta el 30 de septiembre, está expuesta en la galería Sputnik.
“Creo que no tengo un recuerdo en el que no haya estado de alguna forma sumergida en el arte. Mi papá es arquitecto y siempre le gustó mucho el dibujo, y mi mamá es muy buenas con las manos. Es decir, que desde chica los lápices, las tintas, los libros y el papel me rodearon. Yo agarraba todo y me iba a un rincón a pintar”, recuerda.
“Si hay algo que define lo que hago es ese trabajo manual y artesanal. Me gusta hacer todo yo misma. Así fue como terminé por aprender a hacer cerámica, grabado, pintura. Me vinculo con las cosas de forma muy directa. Jamás diría que soy una artista conceptual. Mis ideas siempre están atravesadas por la forma y el color”.
“Soy fanática de la Historia del Arte. En mi obra hay mucha inspiración que parte de los jeroglíficos, la piedra roseta o la cerámica precolombina. Me gusta pensar en la estructura simbólica como un dibujo. Como si hubiera un texto atrapado dentro de los objetos”.
“Me interesan, particularmente, aquellos objetos que hablan sobre la historia del hombre o que fueron útiles a una sociedad. La posibilidad de poder otorgarle una función a las cosas me parece algo muy mágico”.
“Soy súper viajera. Y cuando lo hago, soy de las que todos los días visita un museo distinto. Disfruto mucho de hacerlo y encuentro que todo en ellos es inspirador: las exposiciones, la arquitectura, los pisos”.
“Nunca me cuadró la idea del genio creativo. Para mí hacer es una terapia. De hecho, en esta última muestra quise desarrollar una forma de hacer obra que no tuviera que ver con la inspiración sino desde lo que fuera surgiendo. Así armé una especie de idioma propio”.
“Retrato del Mundo son muchas dimensiones en una: es ancho y es alto, va por el piso y por el cielo, tiene un borde entre lo representativo y lo abstracto, tiene algo de lenguaje de las cavernas, algo de magia y tiene también muchas preguntas y vínculos entre las cosas que lo componen. Diría que es un intento constante de describir el mundo que veo a diario pero que solo se convierte en otro mundo nuevo”.
Si querés conocer a Ana y ver más de su obra, podés acercarte este sábado 23 a las 17 a Galería Sputnik a participar de un tarde de lectura, música junto a artista y curadora.